sábado, 15 de octubre de 2011

Kant: De la Ilustración


"¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración".

Immanuel Kant. Nació el 22 de abril de 1724 en Königsberg (hoy, Kaliningrado, Rusia). Cursó  estudios en el Collegium Fredericianum y en la Universidad de Königsberg. En la escuela estudió sobre todo a los clásicos y en la universidad, física y matemáticas. Se vió obligado a dejar sus estudios universitarios y ganarse la vida como tutor privado, en 1755, y con la ayuda de un amigo, reanudó sus estudios y obtuvo su doctorado. Pasó 15 años ejerciendo como profesor en la universidad, y dando conferencias. Aunque estas conferencias y escritos durante este periodo le dieron reputación como filósofo original, no fue catedrático de la universidad hasta 1770, cuando se le designó profesor de lógica y metafísica. Durante más de cuarenta años, se dedicó por entero a la actividad docente, a la investigación filosófica y a la redacción de sus obras, que marcaron un hito muy importante en el desarrollo de la historia de la filosofía.

Fue un profesor querido por sus alumnos, a los que sabía estimular en sus deseos de saber y conocer más. Sus enseñanzas religiosas se basaban más en el racionalismo que en la revelación divina, le crearon problemas con el gobierno de Prusia y en 1792 Federico Guillermo II, le prohibió impartir clases o escribir sobre asuntos religiosos. Acató la orden durante cinco años, hasta la muerte del rey, y entonces se sintió liberado de su obligación. En 1798, ya retirado de la docencia universitaria, publicó un epítome donde se contenía una expresión de sus ideas de materia religiosa. La vida de Kant, hombre sedentario y metódico, estuvo marcada por una gran regularidad; fue la suya una existencia rutinaria, libre de acontecimientos especiales, que transcurrió siempre en su ciudad natal, sin viajar nunca a otros lugares o países.

Desde muy joven, Kant se autoimpuso un programa diario de actividades que cumplía con tal precisión y método que los habitantes de Königsberg podían poner sus relojes en hora con solo fijarse en sus entradas y salidas. Falleció el 12 de febrero de 1804 en su casa, rodeado de amigos y discípulos. La universidad y toda la ciudad de Königsberg le enterraron con honores propios de un príncipe. 


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